“¡CHILE
DESPERTÓ, DESPERTÓ… CHILE DESPERTÓ…!
Así
cantan millones de chilenos en las calles, en las marchas, pero también las
dueñas de casa y los jubilados mientras hacen sus labores de hogar, los
jardineros y aseadores de calles y plazas públicas, los pescadores en alta mar,
los jóvenes sobre todo, los niños también (sin saber por qué), y así, y así…
Por millones.
Debo
decir, primero que todo, después de siete días de convulsión social, que
efectivamente despertaron millones de chilenos, de verdad, y por primera vez, después
de 1973, e incluso dormidos desde harto antes de esa fecha. Lamentablemente,
debo retrucar que no es Chile quien despertó, sino sólo millones de chilenos,
seguramente la mayoría de los chilenos, o casi…, porque he constatado que otros
millones de chilenos siguen dormidos, incómodos tal vez, pero dormidos. No es
sólo el conglomerado de personas que se identifica con la derecha del país,
sino también personas que se identifican con la izquierda, o con ningún partido
político, y hasta los que “no están ni ahí”, o los que con la mejor voluntad
creen que están despiertos, como los sonámbulos, pero en realidad están
igualmente dormidos. Siguen profundamente dormidos.
No
voy a entrar en ningún tema de estos analíticamente, ya que me conduciría por
otros derroteros aquí inabarcables. Sólo me quedaré por ahora un poco “impresionistamente”,
intuitivamente, con algunos aspectos generales, pero decisivos, como hitos irrenunciables
para mantenerse en el centro de esta realidad; dentro del ojo del
huracán…
Trataré
de ser lo más directo y simple posible. Los seres humanos históricamente hasta
ahora no han sido comprendidos, conocidos, ni tratados debidamente por
ninguna ciencia, ninguna filosofía, ninguna ideología, ninguna religión, ninguna
psicología, ningún líder, ningún tipo de gobierno, ningún tipo de conocimiento
o creencia, cultura, etc., como para que el ser humano, la persona entera, viva
y compleja, se reconozca plenamente, esencialmente, DIGNO y DESPIERTO. Esta
afirmación desafiante y terrible es el resultado de una larga investigación,
experiencia de vida y exploración en todos los campos humanos mencionados, más
otros tantos con los que no quiero abundar y cansar hasta la distorsión de mi
propósito. Lo que ocurre en Chile, por lo tanto, no es meramente un fenómeno
local a este país, sino a la Humanidad sin tiempo, y con todo el tiempo. ¡Sería
bonito que hubiese también llegado la hora de escuchar: “¡EL SER HUMANO
DESPERTÓ, DESPERTÓ… EL SER HUMANO DESPERTÓ…!”! En todas partes; y que se
escuche hasta la Luna, hasta Marte, y más allá.
Millones
de chilenos despertaron, pero este despertar puede tener ilimitados grados y
niveles de despertar. Primero: ¿Qué haces si despiertas y lo primero que te das
cuenta es que debes luchar para sobrevivir en tu nueva condición contra un sistema
de vida y contra otros millones de personas que no quieren tu “asqueroso” o
inmanejable despertar?... ¿Qué hacer si tu primera reacción es dar manotazos de
rabia y desesperación, quemando y destruyendo los fantasmas horrorosos de tu
pesadilla, y que además quieren extenderse también, de maneras abiertas y
solapadas, a tu Mundo y a tu realidad de nuevo despierto?... Para los no-despiertos:
Entonces, en respuesta, ¿sacar las fuerzas de orden y seguridad a las calles,
tomarse el poder y control total de la sociedad con las fuerzas con que
te ha investido y obligado constitucionalmente el país, para “defender la
democracia”, y “los más altos valores de la sociedad” y de la “condición humana”,
etc.?... O sea, responder a cualquier expresión, forma y manifestación de
violencia contra una clase social que se despierta contra un sistema económico basado
en la supremacía del capital, y que además se despierta contra una visión de
vida y de realidad ya insoportable; digo, como no-despierto pero que se siente
perfectamente despierto – como nos sentimos casi siempre dentro de nuestros
sueños nocturnos--, responder a esto, directa, cruda y “constitucionalmente”
con VIOLENCIA, con otro tipo de violencia, inmensamente solapada, más allá de abiertamente
intimidar, castigar, proteger y reprimir a toda la población descontenta con
unos individuos uniformados, pero también de civil, que han jurado ante todo
proteger, dañar y destruir -- contradicción
tan propia de alguien que sueña -- a otro ser humano “de ser necesario”, y
según lo manda la ley y las autoridades constitucionales. O también, ¿con la
mejor buena voluntad hacer concesiones para buscar ideales de entendimiento, de
paz, de gobernabilidad, de bienestar económico, o lo que sea que pienses como “bueno”
para tu país, y dialogar y mostrarte sinceramente conciliador, pero, aun así,
SEGUIR DURMIENDO y SOÑANDO?... ¿Qué es esto?... Tendré que abordarlo en un
próximo escrito, ya que amerita un tratamiento aparte y cuidadosamente crítico.
Que
no se me entienda mal. Yo he llegado a ser un ser tan tolerante de la multiplicidad
y diversidad humana que no puedo dejar de entender que el dormido, el
uniformado, el presidente, simplemente el otro, quienquiera que sea, tiene derechos
y dignidad como el que está despierto, pero no los mismos. Los seres
humanos no son, unos, ángeles privilegiados, y los otros, malditos demonios; somos
todos una mezcla de ambos, pero, sobre todo, ¡ALGO MÁS! Y esto algo más
creo firmemente que todavía no lo hemos descubierto, o inventado, o consensuado,
o lo que sea que deba ser.
[Continuará
esta reflexión.]