El año 2016 ha sido el año más cálido
en el mundo desde el inicio de la era industrial, y ya desde 2014 cada año ha
sido mayor la temperatura que el año anterior.[1]
La temperatura promedio mundial el año 2016 fue 1,1 grados celsius superior respecto
de la del inicio de las mediciones, por allá por el año 1850. Esto que
cuantitativamente parece una cifra menor, desde el punto de vista cualitativo y
global, en realidad refleja un verdadero desastre para la humanidad y para el
planeta todo. Como si este récord fuera poco, además las concentraciones de CO2
y gas metano en la atmósfera el año 2016 marcaron su índice más alto en la
historia moderna. La historia política y pública de las naciones del mundo para
abordar durante estos últimos tres años el problema ha sido –perdón por las
expresiones emocionales--, hipócrita, irresponsable, mediática, inoperante y,
hasta ridícula. De hecho, las medidas seudo-positivas
que se han tomado en los diferentes niveles de acción política mundial,
como por ejemplo en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático (CMNUCC), en la evolución del problema mismo no han servido de nada. El
análisis y justificación de estos calificativos y visión requerirían de un
larguísimo texto y tratamiento, que tendremos que dejar para otra ocasión.
Personalmente soy una persona positiva,
que aborrece las visiones pesimistas y negativas de la vida en general, tanto
más cuanto quisiera imaginarme un mundo mejor para mis hijos y no uno peor, en
el que deberán sufrir por sí mismos y por la humanidad. Sin embargo, dada la
complejidad, novedad y particularidad del tema, casi todo puede ser mirado y
evaluado desde la más variadas, e incluso contrapuestas perspectivas y
argumentos. En este sentido nos concentraremos en un par de puntos poco
valorados hasta ahora, y que representan nuestro aporte para la comprensión de
este flagelo mundial. Después de estudiar por decenas de años las más diversas
visiones de personas y de todo tipo de colectivos respecto de este tema, he
llegado a varias conclusiones o premisas que considero están en la base misma
del problema, y que, lamentablemente, son poco alentadoras. Dada la complejidad
de las mismas, por ahora me limitaré ante todo a enunciarlas, y no a
analizarlas o discutirlas, tratando de ser mesurado y ecuánime con cada una de
ellas –en la medida que alcance a revisarme y a controlar mi natural y
necesario sentido de compromiso con un asunto tan trascendental para la
humanidad—.
Es evidente, por lo dicho hasta aquí,
que uno de los principales problemas y deficiencias que juega en contra de la
humanidad, a la hora de abordar este asunto y problema, es su natural incapacidad
para discriminar lo relevante de lo irrelevante, lo mejor de lo peor, lo
verdadero de lo falso, lo principal de lo secundario, lo urgente de lo mediato,
lo personal de lo colectivo, y así sucesivamente, de manera que el ser humano puede
llegar, por ejemplo, a considerar absolutamente cierto y necesario, lo que en
realidad es absolutamente falso e innecesario. Es decir, puede con total
convicción pensar, sentir, creer y actuar, precisamente al revés y en oposición
a como debiera pensar, sentir, creer y actuar… De ahí que la humanidad se
divide en dos polos extremos, con todas sus gradaciones, entre los que
advierten el peligro de una suerte de apocalipsis climático global, y, por otra
parte, los que niegan la realidad y efecto desastroso de este fenómeno
climático global…¡Terrible condición humana! Basta pensar solamente en las
consecuencias que esta condición contradictoria del ser humano provoca necesariamente
a la hora de enfrentar una crisis mundial, del orden y tipo que sea, cuando hay
tal y tamaño desacuerdo… (En este sentido y ejemplo, el tema de actualidad y
moda para el mundo contradictorio humano es el presidente de EEUU, Donald
Trump.) Este rasgo sustantivo del colectivo humano, por sí solo, es un problema
global de dimensiones únicas y extremas respecto de cualquier momento histórico
previo para la humanidad. Probablemente el problema particular del
calentamiento planetario no es más que el correlato, la prolongación y
proyección física de un problema interno, colectivo y mental de la especie
humana en conjunto.
En un artículo mío anterior[2],
escrito ante la realidad del año 2014 que recién terminaba, hacía ver la
problemática desafiante y casi incontrarrestable de la condición humana que
imponía sus debilidades y defectos a la hora de abordar el problema del medio
ambiente planetario. Entonces hacía yo profecías sobre el futuro de la
humanidad que han venido cumpliéndose puntualmente estos últimos tres años. Ya
entonces hacía ver lo que ahora no es más que un aspecto colateral: la
irreversibilidad del proceso autodestructivo y destructivo del planeta que la
humanidad está experimentando. Entonces calificaba al llamado que se podía
hacer a la humanidad: “Última advertencia”… Ahora (2017) no puedo más que calificarlo
de: “Sólo un milagro puede salvarnos”…
Si se me permite hacer profecías un
poco más temerarias --en la medida que no se pruebe que estoy o he estado
equivocado-- diré que alrededor del año 2020 en adelante la situación en el
mundo comenzará a evidenciarse francamente desastrosa, inmanejable y hasta
caótica. Y es que, también me temo --otra conclusión a la que he llegado--, los
acontecimientos planetarios del orden que sean (natural, ambiental, cosmológico,
económico, político, social, sicológico, militar, bélico, religioso, cultural,
etc.) son siempre el reflejo de algo así como el anima[3]
o el estatus intrasíquico de la
humanidad. Es decir, están todos vinculados entre sí, y son un efecto de la condición mental profunda –por decirlo
así—de la humanidad en su conjunto. He dicho más arriba “me temo”, porque
considero que la humanidad está lejos de hacerse consciente de este fenómeno colectivo
–no me resulta suficiente el término inconciente
colectivo-- y de su propia condición intrasíquica,
como para ejercer una acción inteligente y profunda sobre este nivel fundacional
de su propia realidad y ser, desde donde sólo podría realizarse el golpe de
timón para cambiar de una vez y para siempre su propia naturaleza y, como
consecuencia, “la faz de la Tierra”. Pero como probablemente no será así…
[1]
Ver: http://impresa.elmercurio.com/Pages/NewsDetail.aspx?dt=2017-01-19&PaginaId=9&bodyid=1.
Nótese el tamaño reducido de la noticia dentro del contexto del periódico, lo
cual no representa tanto un sesgo particular del mismo, sino evidencia la
constante en el tratamiento del tema por la mayoría de los medios de
comunicación y públicos en el mundo.
[2] http://sociedadespiritual.blogspot.cl/2015/01/calentamiento-global-ultima-advertencia.html
[3]
Entiéndase como alma o dimensión síquica, no en el sentido
arquetípico del anima de Jung.
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