Todos
los hechos y problemas sociales son multiangulares y multiperspectivistas. Una
de las peores maneras de abordar los temas públicos a través de la historia
humana ha sido la constante de considerarlos desde una perspectiva personal o
grupal, atribuyéndose la verdad o la superioridad o la justicia o cualquier
otra cualidad que pone la postura propia sobre la del otro, y con el derecho
adicional de imponérsela al otro de distintas maneras.
Lo
volvemos a ver en el problema de Nazca.[1]
Al menos dos son las posturas primarias en conflicto. Una, la de las
autoridades del Perú y de quienes resguardan el espacio arqueológico de Nazca
como Monumento nacional y patrimonio de la humanidad, los cuales perciben el
acto de los activistas de Green Peace como un perjuicio y delito graves. Dos,
la postura de Green Peace de llamar la atención de maneras desafiantes y
significativas en torno a un problema asociado, igualmente grave y complejo,
cual es el cambio climático y la insuficiente voluntad y acción política de los
líderes en la cuestión. ¿Quién tiene la
razón?... Ésta precisamente es –estimamos-- la manera inadecuada de
preguntarse y evaluar el problema. Todos tienen algo de razón, nadie tiene toda
la razón y el bien de su parte, de manera que la primera y mejor manera de
preguntarse sería en cambio: ¿cómo avanzar en beneficio de las dos
perspectivas, cuando dos perspectivas entran en conflicto como lo hacen, por
ejemplo, en Nazca?
Uno
de los principios primeros de la ética contemporánea y universalista a la que
está aspirando rápidamente la especie humana consiste en establecer como máxima
suprema y subordinante de todas las demás, el que todo acto individual y colectivo está subordinado éticamente al bien
colectivo y mayoritario. Es verdad que definir actualmente en qué consiste
el bien colectivo representa un
problema complejo, multiperspectivista y relativo; sin embargo también existen
condiciones y situaciones colectivas claramente universales e iguales para
todos los seres humanos que sí pueden ser definidas irrecusablemente como un
bien de la humanidad toda hoy: como por ejemplo la dignidad y valor de la vida
humana por sí misma, o la dependencia e interrelación equilibrada entre Hombre
y Naturaleza. Es probable que por ahora no haya casi más verdades universalmente
indiscutidas, o al menos racionalmente indiscutidas.
Si
abordamos el problema de Nazca tendremos que reconocer que existe una
desproporción significativa entre una y otra postura, respecto de estos
principios supremos para la especie humana. Desde niño he sido un admirador y
un investigador curioso de estas enigmáticas reliquias y señales que nos legó
la cultura nazca en la zona sur del Perú y mi respeto religioso y cultural son
enormes ante estos maravillosos geoglifos. Comparto la admiración y el respeto
universales por este patrimonio cultural de la humanidad, sin embargo me
detengo a evaluar qué hay tras el acto “vandálico” de los activistas de Green
Peace… Y me encuentro con que sólo dejaron unas leyendas en tela amarilla
sujetadas por piedras, de manera que –según las informaciones que manejamos—el
único daño, además de ser reversible, se habría realizado en las huellas
dejadas en el suelo para llegar al lugar.
Ahora
bien, ¿qué dicen estas leyendas?: “Tiempo
para el cambio. El futuro es renovable. Green Peace”. Para quienes
conocemos también el tema del cambio climático y la destrucción ambiental, esta
leyenda posee la misma trascendencia que S.O.S.
enviado por una nave en peligro grave e inminente. El problema de fondo que veo
en este acto es similar al de un navío que comienza a zozobrar y la mayoría de
la tripulación no se percata de ello o no quiere creerlo. Pero tan grave o más
es el hecho de que los líderes políticos y sociales, como si se tratase de la
oficialidad y capitanía del navío, se dirigiesen a una habitación –equivalente
al encuentro de líderes COP20— para jugar a un juego de cartas que ellos mismos
denominaron “El barco se hunde”... El
acto de Green Peace, si tienen razón quienes afirman con respaldos científicos
ya incontrovertibles que la Tierra se dirige velozmente hacia una catástrofe
medioambiental, debiera ser considerado insignificante e inocuo desde todo
punto de vista, si bien el impacto mediático y periodístico logrado –otra paradoja
social más—ha sido inmensamente mayor que si hubiesen intentado por cualquier
medio “legal” y normal, llamar la atención sobre el problema de fondo que
denuncian.
Con
todo el respeto que me merecen las leyes de los países republicanos, si yo
fuese uno de los activistas de Nazca, me entregaría a la justicia peruana para
seguir llamando la atención sobre el hecho principal y de fondo: Perú
privilegia unas reliquias arqueológicas por sobre el problema crucial de toda
la humanidad y del planeta: “Debemos cambiar para que el mundo cambie el
destino que le estamos imponiendo.” El bien mayor y universal en este caso es
demasiado evidente: uno, la necesidad de generar un movimiento mundial de
salvación del planeta, por sobre el cumplimiento de una normativa legal
protectora de un bien arqueológico también de gran valor para la humanidad,
pero local. Dos, llamar la atención de la opinión pública y de los medios de
comunicación sobre este problema, cuya legitimidad incluso se ha puesto en duda
por una parte importante de la población.
Por
otra parte, ni siquiera se trata de penalizar y castigar un daño realizado a la
obra de Nazca, pues el daño es mínimo y además completamente reparable. A veces
me cuesta comprender cómo el ser humano una y otra vez ha perdido y pierde el
sentido de perspectiva, de trascendencia, de urgencia y de comunidad mayor para
defender hasta con su vida y sobre todo dañar la vida de otros para satisfacer
su visión individualista, parcial, bienintencionada incluso, pero sesgada e
incompleta.
Quisiera
concluir este artículo con una reflexión diferente, que permite reconocer que
las perspectivas en juego no son sólo las dos expuestas en este caso. ¿Alguien
se ha puesto a pensar seriamente cuál es
el mensaje de las “líneas de Nazca”, y si tiene algo que ver con el
hecho que estamos analizando? ¿No será que nuestros antepasados y hermanos del
Perú precolombino anticiparon los hechos que la humanidad está actualmente
experimentando? ¿No será que este observatorio y mensaje cósmico que encierran
estos petroglifos de Nazca evidencian algo así como un S.O.S. de una cultura antigua, pero también de una humanidad que
ellos veían futura, y que ahora junto
con sus petroglifos sagrados clama hacia el espacio abierto y trascendental,
entre desesperada y esperanzada, entre figuras y palabras: “Tiempo para el cambio. El futuro es
renovable.”? Yo, al menos, intuyo una relación sutil y necesaria entre la
perspectiva cosmológica de la cultura de Nazca y el estado planetario actual.
[1] http://www.emol.com/noticias/internacional/2014/12/12/694381/peru-informa-a-unesco-por-danos-de-greenpeace-a-lineas-de-nazca.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario