domingo, 14 de diciembre de 2014

EL PROBLEMA DE NAZCA Y GREEN PEACE



Todos los hechos y problemas sociales son multiangulares y multiperspectivistas. Una de las peores maneras de abordar los temas públicos a través de la historia humana ha sido la constante de considerarlos desde una perspectiva personal o grupal, atribuyéndose la verdad o la superioridad o la justicia o cualquier otra cualidad que pone la postura propia sobre la del otro, y con el derecho adicional de imponérsela al otro de distintas maneras.
Lo volvemos a ver en el problema de Nazca.[1] Al menos dos son las posturas primarias en conflicto. Una, la de las autoridades del Perú y de quienes resguardan el espacio arqueológico de Nazca como Monumento nacional y patrimonio de la humanidad, los cuales perciben el acto de los activistas de Green Peace como un perjuicio y delito graves. Dos, la postura de Green Peace de llamar la atención de maneras desafiantes y significativas en torno a un problema asociado, igualmente grave y complejo, cual es el cambio climático y la insuficiente voluntad y acción política de los líderes en la cuestión. ¿Quién tiene la razón?... Ésta precisamente es –estimamos-- la manera inadecuada de preguntarse y evaluar el problema. Todos tienen algo de razón, nadie tiene toda la razón y el bien de su parte, de manera que la primera y mejor manera de preguntarse sería en cambio: ¿cómo avanzar en beneficio de las dos perspectivas, cuando dos perspectivas entran en conflicto como lo hacen, por ejemplo, en Nazca?
Uno de los principios primeros de la ética contemporánea y universalista a la que está aspirando rápidamente la especie humana consiste en establecer como máxima suprema y subordinante de todas las demás, el que todo acto individual y colectivo está subordinado éticamente al bien colectivo y mayoritario. Es verdad que definir actualmente en qué consiste el bien colectivo representa un problema complejo, multiperspectivista y relativo; sin embargo también existen condiciones y situaciones colectivas claramente universales e iguales para todos los seres humanos que sí pueden ser definidas irrecusablemente como un bien de la humanidad toda hoy: como por ejemplo la dignidad y valor de la vida humana por sí misma, o la dependencia e interrelación equilibrada entre Hombre y Naturaleza. Es probable que por ahora no haya casi más verdades universalmente indiscutidas, o al menos racionalmente indiscutidas.
Si abordamos el problema de Nazca tendremos que reconocer que existe una desproporción significativa entre una y otra postura, respecto de estos principios supremos para la especie humana. Desde niño he sido un admirador y un investigador curioso de estas enigmáticas reliquias y señales que nos legó la cultura nazca en la zona sur del Perú y mi respeto religioso y cultural son enormes ante estos maravillosos geoglifos. Comparto la admiración y el respeto universales por este patrimonio cultural de la humanidad, sin embargo me detengo a evaluar qué hay tras el acto “vandálico” de los activistas de Green Peace… Y me encuentro con que sólo dejaron unas leyendas en tela amarilla sujetadas por piedras, de manera que –según las informaciones que manejamos—el único daño, además de ser reversible, se habría realizado en las huellas dejadas en el suelo para llegar al lugar.
Ahora bien, ¿qué dicen estas leyendas?: “Tiempo para el cambio. El futuro es renovable. Green Peace”. Para quienes conocemos también el tema del cambio climático y la destrucción ambiental, esta leyenda posee la misma trascendencia que S.O.S. enviado por una nave en peligro grave e inminente. El problema de fondo que veo en este acto es similar al de un navío que comienza a zozobrar y la mayoría de la tripulación no se percata de ello o no quiere creerlo. Pero tan grave o más es el hecho de que los líderes políticos y sociales, como si se tratase de la oficialidad y capitanía del navío, se dirigiesen a una habitación –equivalente al encuentro de líderes COP20— para jugar a un juego de cartas que ellos mismos denominaron “El barco se hunde”... El acto de Green Peace, si tienen razón quienes afirman con respaldos científicos ya incontrovertibles que la Tierra se dirige velozmente hacia una catástrofe medioambiental, debiera ser considerado insignificante e inocuo desde todo punto de vista, si bien el impacto mediático y periodístico logrado –otra paradoja social más—ha sido inmensamente mayor que si hubiesen intentado por cualquier medio “legal” y normal, llamar la atención sobre el problema de fondo que denuncian.
Con todo el respeto que me merecen las leyes de los países republicanos, si yo fuese uno de los activistas de Nazca, me entregaría a la justicia peruana para seguir llamando la atención sobre el hecho principal y de fondo: Perú privilegia unas reliquias arqueológicas por sobre el problema crucial de toda la humanidad y del planeta: “Debemos cambiar para que el mundo cambie el destino que le estamos imponiendo.” El bien mayor y universal en este caso es demasiado evidente: uno, la necesidad de generar un movimiento mundial de salvación del planeta, por sobre el cumplimiento de una normativa legal protectora de un bien arqueológico también de gran valor para la humanidad, pero local. Dos, llamar la atención de la opinión pública y de los medios de comunicación sobre este problema, cuya legitimidad incluso se ha puesto en duda por una parte importante de la población.
Por otra parte, ni siquiera se trata de penalizar y castigar un daño realizado a la obra de Nazca, pues el daño es mínimo y además completamente reparable. A veces me cuesta comprender cómo el ser humano una y otra vez ha perdido y pierde el sentido de perspectiva, de trascendencia, de urgencia y de comunidad mayor para defender hasta con su vida y sobre todo dañar la vida de otros para satisfacer su visión individualista, parcial, bienintencionada incluso, pero sesgada e incompleta.
Quisiera concluir este artículo con una reflexión diferente, que permite reconocer que las perspectivas en juego no son sólo las dos expuestas en este caso. ¿Alguien se ha puesto a pensar seriamente cuál es  el mensaje de las “líneas de Nazca”, y si tiene algo que ver con el hecho que estamos analizando? ¿No será que nuestros antepasados y hermanos del Perú precolombino anticiparon los hechos que la humanidad está actualmente experimentando? ¿No será que este observatorio y mensaje cósmico que encierran estos petroglifos de Nazca evidencian algo así como un S.O.S. de una cultura antigua, pero también de una humanidad que ellos veían futura,  y que ahora junto con sus petroglifos sagrados clama hacia el espacio abierto y trascendental, entre desesperada y esperanzada, entre figuras y palabras: “Tiempo para el cambio. El futuro es renovable.”? Yo, al menos, intuyo una relación sutil y necesaria entre la perspectiva cosmológica de la cultura de Nazca y el estado planetario actual.











[1] http://www.emol.com/noticias/internacional/2014/12/12/694381/peru-informa-a-unesco-por-danos-de-greenpeace-a-lineas-de-nazca.html

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