sábado, 28 de octubre de 2017

CATALUÑA LA GRANDE



Cataluña ha abierto hoy una herida tan, tan profunda en España, que su hondura alcanza incluso la integridad completa del mundo contemporáneo. Y es que esta puñalada, o este lanzazo a la romana sobre el costado del Cristo Humanidad, era un despropósito que el cuerpo del Cristo Humanidad necesitaba para acabar de morir en su propia cruz.

Cataluña no ha hecho más que develar públicamente la miseria y el cáncer terminal al que ha llegado el republicanismo y el sistema democrático contemporáneo. Al fin tendremos que enfrentar con nuestras grandezas y perversiones la decadencia de nuestros supuestos y maneras de vivir política y socialmente. Al fin tendremos que enfrentar la momificación y el abandono irracional de las ancestrales ideologías críticas, de los mapas cósmicos, y de la filosofía conciente de los acuerdos y entendimientos fundacionales del ser humano, reemplazados por este obsoleto democratismo.[1]

El mundo entero se había estado drogando y embruteciendo hasta hoy, después de la segunda guerra mundial, con el credo de la Economía como el regente de los principios de la sana y productiva convivencia humana. La Economía se había apoderado de la inteligencia humana colectiva, instalando su gobierno, su poder ejecutivo y legislativo por encima del gobierno de las naciones y de las comunidades humanas; es decir, su absolutista “democrática verdad”. Los gobiernos nacionales, republicanos, han llegado a ser solamente esbirros de los agentes económicos dictatoriales. Nadie probablemente lo anticipa hoy, pero Cataluña ha iniciado el efecto mariposa que culminará, a la larga, con la caída de la concepción capitalista de la realidad humana, y, por ende, con su sistema de vida materialista, capitalizado y globalizado. Ni siquiera la misma Cataluña es plenamente autoconciente, ni prevé la dimensión de lo que arrastra consigo. Ya se verá.

Cataluña ha removido el eje mismo de la Tierra. Poco importa si Siria, o Afganistán, o Irak, o las Coreas son arrasadas por el terrorismo democrático de las complicidades mundiales. Pero ¡Cataluña NO!... Cataluña, en cambio, es una arteria ventricular del corazón del poder mundial. La sangre y la vida martirizada de un solo catalán, vale más que la vida de 19 millones de sirios. La vida destrozada de un catalán es más destructiva que todos los misiles nucleares e intercontinentales de Kim Jong-un.

Cataluña ha obligado al mundo a desempolvar sus ubicuos, ancestrales y propios artículos 155. Cataluña ha obligado al mundo a desnudarse, al recibir la masiva negación a la independencia de una comunidad humana que ha realizado un acto libre, dinámico y necesario para la defensa de la verdadera Constitución, no de España, no de la Democracia siquiera, sino de la simple e irrenunciable dignidad humana y planetaria a decidir la forma de vivir y habitar en el mundo.

La autodeterminación de los pueblos, de las comunidades humanas, a gobernarse sin condiciones ni sometimientos a poder político, económico, religioso o social alguno, sino sólo por medio de acuerdos (UN NUEVO CONTRATO SOCIAL), deberá sobreponerse como principio rector de toda convivencia de una nueva Humanidad, o de lo contrario, acabaremos aniquilándonos con estos hipócritas y perversos sistemas democráticos del siglo XXI.

¡Sangra en adelante, Cataluña, a causa de la violencia brutal que, de diferentes maneras, es lo único que sostiene la pretendida justicia y racionalidad de los sistemas actuales de gobierno humano!...



[1] Ver, por ejemplo: http://www.emol.com/noticias/Internacional/2017/10/27/881004/Latinobarometro-2017-Estudio-concluye-que-el-apoyo-a-la-democracia-esta-en-declive-en-toda-America-Latina.html

lunes, 13 de febrero de 2017

¡SÓLO UN MILAGRO PUEDE SALVARNOS!





El año 2016 ha sido el año más cálido en el mundo desde el inicio de la era industrial, y ya desde 2014 cada año ha sido mayor la temperatura que el año anterior.[1] La temperatura promedio mundial el año 2016 fue 1,1 grados celsius superior respecto de la del inicio de las mediciones, por allá por el año 1850. Esto que cuantitativamente parece una cifra menor, desde el punto de vista cualitativo y global, en realidad refleja un verdadero desastre para la humanidad y para el planeta todo. Como si este récord fuera poco, además las concentraciones de CO2 y gas metano en la atmósfera el año 2016 marcaron su índice más alto en la historia moderna. La historia política y pública de las naciones del mundo para abordar durante estos últimos tres años el problema ha sido –perdón por las expresiones emocionales--, hipócrita, irresponsable, mediática, inoperante y, hasta ridícula. De hecho, las medidas seudo-positivas que se han tomado en los diferentes niveles de acción política mundial, como por ejemplo en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en la evolución del problema mismo no han servido de nada. El análisis y justificación de estos calificativos y visión requerirían de un larguísimo texto y tratamiento, que tendremos que dejar para otra ocasión.

Personalmente soy una persona positiva, que aborrece las visiones pesimistas y negativas de la vida en general, tanto más cuanto quisiera imaginarme un mundo mejor para mis hijos y no uno peor, en el que deberán sufrir por sí mismos y por la humanidad. Sin embargo, dada la complejidad, novedad y particularidad del tema, casi todo puede ser mirado y evaluado desde la más variadas, e incluso contrapuestas perspectivas y argumentos. En este sentido nos concentraremos en un par de puntos poco valorados hasta ahora, y que representan nuestro aporte para la comprensión de este flagelo mundial. Después de estudiar por decenas de años las más diversas visiones de personas y de todo tipo de colectivos respecto de este tema, he llegado a varias conclusiones o premisas que considero están en la base misma del problema, y que, lamentablemente, son poco alentadoras. Dada la complejidad de las mismas, por ahora me limitaré ante todo a enunciarlas, y no a analizarlas o discutirlas, tratando de ser mesurado y ecuánime con cada una de ellas –en la medida que alcance a revisarme y a controlar mi natural y necesario sentido de compromiso con un asunto tan trascendental para la humanidad—.

Es evidente, por lo dicho hasta aquí, que uno de los principales problemas y deficiencias que juega en contra de la humanidad, a la hora de abordar este asunto y problema, es su natural incapacidad para discriminar lo relevante de lo irrelevante, lo mejor de lo peor, lo verdadero de lo falso, lo principal de lo secundario, lo urgente de lo mediato, lo personal de lo colectivo, y así sucesivamente, de manera que el ser humano puede llegar, por ejemplo, a considerar absolutamente cierto y necesario, lo que en realidad es absolutamente falso e innecesario. Es decir, puede con total convicción pensar, sentir, creer y actuar, precisamente al revés y en oposición a como debiera pensar, sentir, creer y actuar… De ahí que la humanidad se divide en dos polos extremos, con todas sus gradaciones, entre los que advierten el peligro de una suerte de apocalipsis climático global, y, por otra parte, los que niegan la realidad y efecto desastroso de este fenómeno climático global…¡Terrible condición humana! Basta pensar solamente en las consecuencias que esta condición contradictoria del ser humano provoca necesariamente a la hora de enfrentar una crisis mundial, del orden y tipo que sea, cuando hay tal y tamaño desacuerdo… (En este sentido y ejemplo, el tema de actualidad y moda para el mundo contradictorio humano es el presidente de EEUU, Donald Trump.) Este rasgo sustantivo del colectivo humano, por sí solo, es un problema global de dimensiones únicas y extremas respecto de cualquier momento histórico previo para la humanidad. Probablemente el problema particular del calentamiento planetario no es más que el correlato, la prolongación y proyección física de un problema interno, colectivo y mental de la especie humana en conjunto.

En un artículo mío anterior[2], escrito ante la realidad del año 2014 que recién terminaba, hacía ver la problemática desafiante y casi incontrarrestable de la condición humana que imponía sus debilidades y defectos a la hora de abordar el problema del medio ambiente planetario. Entonces hacía yo profecías sobre el futuro de la humanidad que han venido cumpliéndose puntualmente estos últimos tres años. Ya entonces hacía ver lo que ahora no es más que un aspecto colateral: la irreversibilidad del proceso autodestructivo y destructivo del planeta que la humanidad está experimentando. Entonces calificaba al llamado que se podía hacer a la humanidad: “Última advertencia”… Ahora (2017) no puedo más que calificarlo de: “Sólo un milagro puede salvarnos”…

Si se me permite hacer profecías un poco más temerarias --en la medida que no se pruebe que estoy o he estado equivocado-- diré que alrededor del año 2020 en adelante la situación en el mundo comenzará a evidenciarse francamente desastrosa, inmanejable y hasta caótica. Y es que, también me temo --otra conclusión a la que he llegado--, los acontecimientos planetarios del orden que sean (natural, ambiental, cosmológico, económico, político, social, sicológico, militar, bélico, religioso, cultural, etc.) son siempre el reflejo de algo así como el anima[3] o el estatus intrasíquico de la humanidad. Es decir, están todos vinculados entre sí, y son un efecto de la condición mental profunda –por decirlo así—de la humanidad en su conjunto. He dicho más arriba “me temo”, porque considero que la humanidad está lejos de hacerse consciente de este fenómeno colectivo –no me resulta suficiente el término inconciente colectivo-- y de su propia condición intrasíquica, como para ejercer una acción inteligente y profunda sobre este nivel fundacional de su propia realidad y ser, desde donde sólo podría realizarse el golpe de timón para cambiar de una vez y para siempre su propia naturaleza y, como consecuencia, “la faz de la Tierra”. Pero como probablemente no será así…




[1] Ver: http://impresa.elmercurio.com/Pages/NewsDetail.aspx?dt=2017-01-19&PaginaId=9&bodyid=1. Nótese el tamaño reducido de la noticia dentro del contexto del periódico, lo cual no representa tanto un sesgo particular del mismo, sino evidencia la constante en el tratamiento del tema por la mayoría de los medios de comunicación y públicos en el mundo.
[2]  http://sociedadespiritual.blogspot.cl/2015/01/calentamiento-global-ultima-advertencia.html
[3] Entiéndase como alma o dimensión síquica, no en el sentido arquetípico del anima de Jung.